"-Su pelota de golf, su coche, pero hay algo en el mundo que no le pertenezca? -Sí, gracias a Dios, ¡Usted!"
He aquí la película más representante de las denominadas screwball, término que define a las comedias disparatadas de los años 30 y 40. Y es más, sus protagonistas, Katharine Hepburn y Cary Grant, son los dos actores screwball por excelencia. Diálogos rápidos e ingeniosos, personajes extravagantes y situaciones surrealistas son algunos ingredientes de esta impecable comedia.
Si bien la cinta puede resultar en algunos puntos un tanto anticuada -recordemos que es de 1938-, no deja de ser uno de títulos clásicos que merecen la pena ver y recordar. Y es que he de reconocer que La fiera de mi niña es una de mis películas favoritas.
David Huxley es un paleontólogo a quien la vida le sonríe: acaba de conseguir la clavícula intercostal que le faltaba para reconstruir un brontosaurio, una millonaria parece dispuesta a donar un millón de dólares a su museo y está a punto de casarse. Sin embargo, cuando conoce a la joven Susan Vance, entrará en una vorágine de tribulaciones que conseguirán que su tranquila vida se torne caótica al más puro estilo de los hermanos Marx.
Con un guión excelente, los personajes protagonistas están perfectamente trazados y se complementan: Cary Grant interpreta a un tímido y despistado paleontólogo que se ve arrastrado por Susan Vance, que es una rica heredera alocada, un poco infantil y con una fuerte personalidad. La verdad es que Katharine Hepburn da vida en la pantalla a una auténtica lunática, capaz de sacar de sus cabales al recto coprotagonista. Las interpretaciones de ambos son destacables y entre ellos existe una química memorable que hizo que actuaran como pareja protagonista en varias comedias, como por ejemplo Historias de Filadelfia.
Con La fiera de mi niña, os invito a que descubráis el disparatado mundo de las comedias screwball, que siempre consiguen una sonrisa y lo que es más importante: pasar un buen rato y dejar un buen sabor de boca.
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